COMUNIDAD DE ANTIOQUÍA
INTRODUCCIÓN.
Para conocer un poco acerca de la comunidad de Antioquía y su influencia en Iglesia Joven, es necesario conocer rasgos importantes como la historia de la fundación de la primitiva comunidad de Antioquía y los principales eventos que ocurrieron alrededor de ella, quienes conformaron esta comunidad y las características de estos miembros.
Comunidad fundada por judeocristianos helenistas.
La Iglesia de Antioquía fue fundada por judeocristianos helenistas, que tuvieron que huir de Jerusalén con motivo de la persecución de la que nos informa Hch. 8,1-3. Una breve explicación nos situará estos acontecimientos.
Los cristianos de Jerusalén eran todos de procedencia judía, pero se diferenciaban por su cultura semítica o helenística. Pronto surgieron fuertes tensiones entre ambos grupos. Es el problema que nos narra Hch 6,1-6 entre los «helenistas» y los «hebreos». En Jerusalén había una importante colonia de judíos procedentes de la diáspora y que utilizaban el griego incluso en su sinagoga. Es muy posible que las diferencias fuesen no solamente culturales, sino también económicas, porque los «helenistas» eran normalmente de situación más elevada. Incluso la disputa en torno a las viudas sugiere que los «helenistas» se sentían perjudicados en la administración de unos bienes que ellos aportan fundamentalmente. También es significativo que tras la partida de los «helenistas», la comunidad de Jerusalén sufriese graves dificultades económicas. Por supuesto, los «hebreos» y los «helenistas» también se diferenciaban en su interpretación del judaísmo y, concretamente, en su forma de entender la Ley y el Templo.
El caso es que las tensiones en el seno del grupo cristiano llegaron a ser tan fuertes, que se decidió dar a los «helenistas» una organización propia, en la que siete varones elegidos por la asamblea ejercían las mismas funciones dirigentes que los apóstoles tenían respecto de los «hebreos». El texto de Hechos dice que los siete tienen como función «servir a las mesas», mientras que los apóstoles se dedicaron a la «oración y al ministerio de la Palabra»: 6, 1-4. Pero luego se ve que los siete ejercen con plenitud el ministerio de la Palabra (Esteban en Hch. 7 y Felipe en Hch. 8,4-6). Sin duda, Lucas no presenta la dimensión total del conflicto entre «hebreos» y «helenistas» y modifica la función efectiva de «los siete» para subordinarlos a los apóstoles de Jerusalén.
Pues bien, la persecución narrada en Hch. 8,1-3 no afectó a toda la Iglesia (de hecho, los apóstoles permanecieron sin problemas en Jerusalén), sino sólo a los Helenistas. Probablemente su forma más liberal de Cristianismo les granjeó pronto la enemistad de las autoridades Judías. Estos helenistas fueron misionando las regiones que atravesaban en su huida, Samaria primero por ser limítrofe con Judea (Hch. 8,4-25), llegando después hasta las ciudades de la costa mediterránea (Hch. 8, 40). Ambos territorios podían serles especialmente propicios porque en ellos era muy fuerte la penetración de la cultura helenística. En cuanto traspasaron los límites tradicionales del pueblo judío llegaron a Antioquía: «Los que se habían dispersado cuando la tribulación originada a la muerte de Esteban, llegaron en su recorrido a Fenicia, Chipre y Antioquía, pero no predicaban la palabra a nadie más que a los judíos. Pero había entre ellos algunos chipriotas y cirenenses que, venidos a Antioquía, hablaban también a los griegos y les anunciaban la Buena Nueva del Señor Jesús» (Hch. 11, 19-20).
Es un esquema típico de Lucas lo de predicar primero a los judíos y después a los paganos. En rigor se puede discutir si los chipriotas y cirinenses que predican a los griegos eran también helenistas, aunque el contexto parece afirmarlo. Pero sí es claro que en Antioquía, por primera vez, la predicación se dirige a los gentiles. La formulación de la predicación es apropiada para los no judíos y no se habla ni del Mesías, ni del Hijo del Hombre, ni del Reino de Dios, sino del Señor Jesús.
Pronto destaca el papel de Bernabé en Antioquía. Es éste una figura clave del cristianismo primitivo. Era levita y originario de Chipre (Hch. 4,36) y, por tanto, influido por la cultura helenista, si no es que pertenecía incluso al grupo de los helenistas. Era un hombre de recursos económicos, que se había mostrado generoso con la comunidad de Jerusalén (Hch. 4,46). Así se explica que, más tarde, hiciese de mediador entre Pablo, el judeo-helenista recién convertido, y los apóstoles de Jerusalén (Hch. 9,27). Durante el viaje misionero que realiza con Pablo como enviados por la Iglesia de Antioquía (Hch. 13,2-3; cfr. Hch. 13-14) se le cita en primer lugar, lo que corresponde al papel efectivo que desempeña.
Bernabé en la Iglesia de Antioquía:
¿Cómo es que aparece Bernabé en la Iglesia de Antioquía? Lucas lo explica así: «..... un crecido número (de gentiles) recibió la fe y se convirtió al Señor. La noticia de esto llegó a oídos de la Iglesia de Jerusalén y enviaron a Bernabé a Antioquía» (Hch. 11, 21b-22).
El valor histórico de este texto es muy discutido y conviene conocer las distintas opciones existentes:
Hay autores que aceptan como histórico el texto de Hechos y el envío de Bernabé por los de Jerusalén. Bernabé pudo ser un helenista moderado y cercano a los apóstoles, que no se vio en la precisión de huir cuando la persecución de Hch. 8, 1-3.
Otros autores afirman que Bernabé perteneció al grupo de helenistas fundador de la Iglesia de Antioquía, de modo que la información de Hch. 11, 22 es elaboración lucana para mostrar el papel central de los apóstoles y de la Iglesia jerosolimitana; esta opinión tiene que afrontar una dificultad seria: ¿si es tan independiente de Jerusalén, por qué claudica y cede ante los de Jerusalén, que vienen más tarde a Antioquía? (Gal 2,11-14).
También se dice que Bernabé pudo ser un misionero independiente que llegó a Antioquía en un segundo momento y no hay que verlo como enviado o delegado de Jerusalén.
La información siguiente de Hechos presenta menos dificultades: «(Bernabé) partió para Tarso en busca de Saulo y en cuanto lo encontró le llevó a Antioquía. Estuvieron juntos durante un año entero en la Iglesia y adoctrinaron a una gran muchedumbre» (Hch. 11,25-26).
Bernabé desempeña una función de mediación en la Iglesia primitiva. Lo hizo antes posibilitando el contacto de Pablo y los apóstoles de Jerusalén (Hch. 9,27), lo hace ahora introduciéndole en Antioquía y, como veremos, lo hará más tarde en el conflicto que se planteará entre cristianos de esta ciudad y los enviados de Jerusalén (Gal 2,11-14). La estancia en Antioquía va a ser decisiva en la vida de Pablo. Aquí se encuentra con cristianos helenistas como él, madura su fe, recibe tradiciones originarias de Jerusalén, pero amoldadas a la cultura griega.
Al cabo de un año Bernabé y Pablo van a ser enviados a misionar por la Iglesia de Antioquía (Hch. 13-14). Este viaje, que es anterior a la Asamblea de Jerusalén y que va a motivar su convocatoria (Hch. 15), es diferente a los posteriores, porque Pablo (con Bernabé) no actúa por propia iniciativa y como misionero independiente, sino que va como delegado de la iglesia antioquena.
«En Antioquía fue donde, por primera vez, los discípulos recibieron el nombre de cristianos» (Hch II, 26).
Este nombre necesariamente tiene que habérsele sido dado por quienes veían al grupo de los creyentes en el Señor Jesús desde afuera y lo percibían con una identidad propia y diferenciada ya del judaísmo. Obviamente la decisión de admitir a paganos en la comunidad implica que los cristianos han dejado de ser una secta judía y entran en conflicto con el judaísmo. Es interesante observar que Ignacio de Antioquía es el primer autor que usó el término christianismos y gusta de palabras compuestas de christ, como christianos, christianikos, christonomos.
Pronto se ponen de manifiesto las sensibles diferencias sociales, organizativas y teológicas entre las iglesias de Jerusalén y Antioquía:
En Antioquía encontramos una Iglesia muy carismática, aún sin elementos institucionales. En Jerusalén muy pronto aparecen estructuras locales de gobierno similares al modelo judío («los ancianos» Hch. 11, 30 y 15,6).
La Iglesia de Antioquía, a diferencia de la de Jerusalén, acepta en su seno a paganos, obviamente sin que tengan que hacerse previamente judíos y circuncidarse.
La Iglesia de Antioquía es misionera como se pone de manifiesto en el envío de Bernabé y Saulo. La Iglesia de Jerusalén, por el contrario se considera el embrión del Israel escatológico, llama a los judíos a conversión, y espera que la manifestación de la soberanía de Dios sobre Israel producirá la peregrinación escatológica de todos los pueblos. Es decir, se mantiene en la línea de la escatología de los profetas, que fue sustancialmente la de Jesús de Nazareth. La comunidad de Jerusalén se autodenomina «ekklesia de Dios», término técnico del Antiguo Testamento para designar al pueblo de Dios, que se separa de todo lo profano; sus miembros se consideran «los santos» (Hch. 9, 13; Rom 15,25), otro tecnicismo desde Daniel 7 para designar al pueblo escatológico de Dios.
La Iglesia de Antioquía se considera liberada de la Ley y separada o en trance de separarse de la sinagoga. La de Jerusalén permanece aún como una secta judía, muy especial ciertamente.
La Iglesia de Jerusalén está formada por judeocristianos «hebreos», quizá con algunos helenistas moderados. Los cristianos de Antioquía proceden del judaísmo helenista y de la gentilidad, aunque también podía haber algunos judeocristianos rigurosos (Hch. 11,19). Ya hemos señalado que las diferencias entre los «hebreos» y los «helenistas» no eran solo culturales, sino también de nivel socioeconómico. Normalmente los «helenistas» eran de situación más elevada. Es lógico que gente de este estilo aspirase a una relación con su ambiente sin las trabas que suponía la ley judía. Y, viceversa, los paganos «temerosos de Dios» podían dar con facilidad el paso adelante en la Iglesia, que la circuncisión y la Ley les dificultaba en la sinagoga.
Antioquía se encontraba en una situación económica, social y política mucho más favorable que Jerusalén. Su comunidad había crecido con rapidez y probablemente era más numerosa que la de Jerusalén. Pero, sobre todo, era notable su capacidad de influjo e irradiación. La comunidad de Jerusalén se encontraba en una situación económica precaria y necesitaba ayuda del exterior. También sus circunstancias políticas eran difíciles: a partir del tiempo de Agripa (Hch. 41-44) hay un auge muy notable del nacionalismo judío, que explica el encarcelamiento de Pedro y su posterior huida de la ciudad (Hch. 12), lo que provocó el fortalecimiento de los sectores cristianos más judaizante, que recelaban de forma creciente del acercamiento a los paganos.
Pronto se planteó la necesidad de que Jerusalén y Antioquía, los dos grandes centros cristianos de los inicios de la Iglesia, dilucidaran sus diferencias y examinaran las condiciones de la comunión entre ellas. Es lo que sucedió en la Asamblea de Jerusalén.
La Asamblea de Jerusalén:
No se trata de una reunión de todas las iglesias y por eso -y para no incurrir en una equivocación- es mejor evitar la designación frecuentemente utilizada de «Concilio de Jerusalén», que ha adquirido en la historia posterior un sentido técnico y preciso.
Lo que está en juego es la legitimidad del cristianismo antioqueno, su gran decisión de aceptar a paganos en la Iglesia sin hacerse previamente judíos y sin circuncisión. Es decir, están en juego las posibilidades de extensión del cristianismo. Pero esto tiene hondas repercusiones teológicas: ¿es Cristo el salvador o hay que seguir recurriendo a la Ley?, ¿Nos salvamos por la fe y por la gracia o por las obras de la Ley?
Hay diferencias en la presentación de los Hechos de los Apóstoles y de Galatas, pero hay también una serie de acuerdos fundamentales:
1. Representantes de la Iglesia de Antioquía van a Jerusalén para discutir este punto clave. Hay una preocupación por la comunión entre las iglesias y parece darse un cierto reconocimiento de la función preeminente de Jerusalén.
2. Bernabé y Saulo son los enviados por Antioquía, pero no van solos. En Hch. 15,2 se habla de «otros». En Gal. 2,1 se dice que les acompaña Tito, cristiano procedente del paganismo y no circuncidado y, por tanto, magnífico ejemplo del comportamiento de Antioquía.
Pablo dice que fue movido por una «revelación», mientras que Hch. habla de una decisión de la Iglesia de Antioquía. Si la decisión fue tomada por unos líderes proféticos (cfr. Hch 13,2 s.) puede no haber contradicción.
3. La cuestión es planteada por un grupo de judeocristianos, que no se identifican con los líderes de Jerusalén. Según Hechos, se trata de un grupo que se ha desplazado de Judea a Antioquía. No es claro si se trata de un dato histórico, pues Pablo no informa de esta visita y ya en Antioquía había judeocristianos bastante rigurosos (Hch. 11,19). Además, Hch. vuelve a decir poco después que la cuestión fue planteada, ya en Jerusalén, por «algunos de la secta de los fariseos que se habían hecho cristianos», mientras que Pablo no les identifica y les llama «falsos hermanos».
4. Se decide que los gentiles no tienen que circuncidarse para ser admitidos en la Iglesia. algunos detalles de Hechos reflejan claramente la preocupación de Lucas:
a. En el discurso de Pedro se pone su actitud con el centurión Cornelio (Hch. 10-11) como el hecho fundamental que justifica la apertura a los gentiles.
b. Es decisiva la actitud de Santiago, con lo que Lucas disimula las diferencias existentes en la primitiva Iglesia y enfatiza la unidad teológica fundamental.
c. Se acuerda que las comunidades judeocristianas, representadas por Jerusalén, mantendrían su práctica habitual y continuarían respetando la Ley y practicando la circuncisión, mientras que -y aquí reside la novedad- se reconoce la legitimidad del kerigma y de la misión antioquena, que es muy diferente. Antioquía, símbolo de la comunidad pagano-cristiana, obtenía así el reconocimiento de su identidad específica, de un cristianismo emancipado del judaísmo. Se trata, «sin género de duda, del acontecimiento más importante de toda la historia de la Iglesia primitiva. Todo creyente es llamado en el estado en que se encuentra, sin que haya distinción entre el judío y el gentil: la salvación viene por la fe en Cristo y no por las obras de la Ley». El proyecto de Pablo se abría camino y el cristianismo podía ser un proyecto universal.
5. Parece que nada más se impuso en la Asamblea de Jerusalén, excepto una colecta en favor de los pobres de esta ciudad (Gal. 2,10).
¿Qué nos enseñó la iglesia de Antioquía?
La Iglesia de Antioquía realizó la opción más importante de toda la historia del cristianismo: abrirse a los gentiles, desvinculando a la fe en Jesucristo de la necesidad de mantener sus orígenes étnicos. Esta opción se abrió paso y fue aceptada sustancialmente por el resto de las iglesias. Las polémicas posteriores no la anularon y siempre se mantuvo. Fue la decisión de una iglesia carismática, profética, libre y con iniciativa, muy diferente institucional y teológicamente de la de Jerusalén. De esta manera el cristianismo se convirtió en un proyecto universal, lo cual correspondía a una necesidad objetiva, ideológica y socialmente, del mundo greco-Romano de entonces.
¿No estará hoy la Iglesia ante un reto similar al que supo afrontar la comunidad de Antioquía? En efecto, hoy la Iglesia se encuentra confrontada con el reto de superar su actual etnocentrismo, dejando de identificarse con la cultura occidental y nor-atlántica, para abrirse al Oriente y a los países del Tercer Mundo. Muchos de ellos son pueblos que irrumpen por primera vez reivindicando protagonismo histórico. Replantean esquemas mentales y organizativos, que no son más que los de una pequeña parte de la humanidad y, por cierto privilegiada. Por aquí entramos en el corazón de la apuesta. Abrirse al Oriente y al Tercer Mundo es optar por los pobres. Es la forma actual de abrirse a la universalidad. Pero la Iglesia de hoy siente un vértigo parecido al de la Iglesia de Jerusalén cuando veía que Antioquía rompía los vínculos que la ligaban a la sinagoga. Era salir al mundo pagano sin la cobertura jurídica del judaísmo, sin los apoyos de la diáspora judía, se perdían las seguridades teológicas, organizativas y materiales.
No seríamos justos si no reconociésemos la valentía que al final prevaleció en Jerusalén al reconocer la legitimidad de la opción profética de Antioquía. La dificultad y dolor de este reconocimiento lo podemos medir por el enorme peso que mantuvieron durante siglos los sectores judeocristianos que no reconocían a las Iglesias de la gentilidad y los enfrentamientos que con este motivo tuvieron lugar en la misma Jerusalén. ¿Pero qué hubiera sucedido si la madre Iglesia de Jerusalén, la de los apóstoles, no llega a reconocer la opción universalista de la de Antioquía?
La gran opción universalista, innovadora y profética, planteó -como sucede siempre en decisiones de este estilo- graves problemas internos en las iglesia cristianas. Surgieron conflictos y dificultades en la comunión entre las iglesias de Jerusalén y Antioquía, primero, y en el seno de esta última, después. La Iglesia de Antioquía se caracterizó en un segundo momento por una actitud realista y flexible de integración de tradiciones culturales diferentes. Probablemente esta síntesis a todos exigía ceder algo. De haber prevalecido las actitudes primitivas más netas Antioquía hubiese tenido una secta judeocristiana más y/u otro conventículo gnóstico. Sin embargo, se optó por ajustarse a la realidad y promover un movimiento universalista y de integración. La perspectiva que da el tiempo dice que probablemente aquí se basa el éxito histórico de la opción Profética de Antioquía. El universalismo y la capacidad de integración de tradiciones muy distintas eran una necesidad muy objetiva en el mundo greco-Romano del siglo I, profundamente cosmopolita y en grave crisis religiosa e ideológica.
Quizá se puede decir que en Antioquía se configuran las características básicas de lo que sociológicamente resultó una iglesia y no una secta. Una iglesia se «ajusta» a la realidad y apunta a objetivos dictados no por el mero voluntarismo de sus miembros, sino por las posibilidades históricas efectivas. Por ello tiene capacidad de extensión y de configurarse como sujeto histórico. El problema teológico será si a través de estas decisiones estructurales se sofoca con el peso institucional el evangelio del Reino o si éste mantiene la capacidad de innovación histórica. Es decir, si la encarnación no acaba en mundanizacíón. La relevancia del evangelio como Buena Noticia de Dios no se identifica simplemente con la influencia o el prestigio de la institución eclesiástica y siempre existe el peligro de que los intereses institucionales prevalezcan sobre los objetivos teológicos, a los que dice servir.
Finalmente podemos decir que la gran importancia de la Iglesia de la ciudad de Antioquía es muy singular por varios factores:
a) Fue la primera comunidad establecida fuera de Palestina.
b) Aquí se tomó, por primera vez, la opción decisiva de admitir a paganos en la comunidad sin hacerse previamente judíos.
c) Fue una comunidad fundada por judeocristianos helenistas que configuraron un estilo de cristianismo diferente al de Jerusalén, tanto organizativa como teológicamente. Antioquía y Jerusalén fueron los dos grandes polos del cristianismo naciente.
d) Expresó por primera vez un cristianismo de orientación misionera.
e) En esta comunidad se plantearon los dos problemas claves de los orígenes cristianos: Primero, el de la relación con el judaísmo, difícil cuestión que caracterizó la vida de la Iglesia antioquena incluso siglos más tarde. Segundo, el de la comunión de cristianos de tradiciones étnicas y religiosas muy diferentes.
BASE BÍBLICA DE REFERENCIA.
La base bíblica que la Comunidad de Antioquía de Iglesia Joven toma como una de sus referencias es los Hechos de los Apóstoles, tal como se muestra en el apartado anterior.
CARISMA.
El carisma de la Comunidad de Antioquía es la Entrega, que se llega a demostrar con trabajo y servicio desinteresado a mi hermano, mi prójimo. “El que quiera ser el mayor entre todos será el que más servirá”.
COLOR.
El color que representa a la comunidad de Antioquía es el Azul, que simboliza la Serenidad; la cual es sinónimo de paciencia, tolerancia, ya que el trabajo en este gran proyecto de Dios no será siempre un trabajo fácil, sino que requerirá cierto sacrificio, tolerancia y serenidad en el Señor para no decaer y levantar siempre con alegría el rostro al Señor de que hemos hecho nuestro mejor esfuerzo.
CRUZ.
· La Cruz de Antioquia, es la de San Ignacio de Antioquía, obispo y mártir de esta Comunidad.
ESCUDO.
· La cruz de Cristo: centro de nuestras vidas.
· El Círculo simboliza el mundo en el que vivimos y al que hay que evangelizar.
· El Triangulo en la parte inferior recuerdan a las tres Divinas Personas: Padre, Hijo y espíritu Santo.
· En el Centro el símbolo nos recuerda a Cristo Alfa y Omega de la creación.
HIMNO.
Cantemos unidos un himno de amor
y juntos como hermanos
nos damos de la mano,
y ahora gritando cantamos así:
Antioquía: por toda la vida;
Antioquía: símbolo de Paz;
y con Cristo unidos hasta el final,
somos instrumentos
de Jesús Rey de amor.
Todos somos hermanos
unidos por el amor,
para un millón de luces
a Cristo llevar;
y ahora gritando cantamos así:
Antioquía, por toda la vida;
Antioquía, símbolo de Paz;
y con Cristo unidos hasta el final
somos instrumentos
de Jesús Rey de amor.